jueves, 5 de septiembre de 2013

Capítulo 4: el otro lado


Dicen que los enfermeros estamos hechos de otra pasta, que tenemos nervios de acero y una sorprendente entereza ante asquerosidades que harían desfallecer a la gran mayoría. Dicen que hay que valer, que debes tener esas aptidudes desde siempre y que no todos las tienen. Que sabemos manejarnos en esas situaciones porque somos más fuertes en ese sentido. Discrepo. Discrepo muy fuerte . Desde luego, si los que dicen esto me vieran en mis primeros días en un hospital, no dirían lo mismo.
Si supiesen cómo me sentí cuando adquirí tanta responsabilidad, no dirían lo mismo. Si se imaginasen lo que sentí cuando fui a comprar mi primer pijama blanco, no dirían lo mismo. Y si viesen cómo me temblaban las piernas con las primeras curas, inyecciones o simples controles, joder si pensarían lo mismo!!!

Y es que el primer día en un hospital es muy intenso. Seguro que cada uno tiene su propia historia, pero apuesto a que todas se cruzan en varios puntos.
El primer paso es comprar tu uniforme de prácticas. Nombre : pijama . Color: blanco pardillo. El calzado varía: los más puristas optaron por las ortopédicas de rigor. Las víctimas del estilo lucían crocks de colores (aunque mis constantes dolores de pies terminarían por darles la razón). También necesitas una acreditación, algo que sirve para que la supervisora no esfuerce su ya saturada psique en recordar tu nombre. 
Llega el día y todo está preparado. Todo...menos tú.
Nada de lo que hubieses hecho te podría haber preparado para ese momento. No se trata de conocimientos, maña o nervios de acero. Se trata de personas. Personas con problemas de salud que confían en ti para que cuides de ellas.
Los pensamientos y los miedos se acumulan, no eres capaz de procesar tanta mierda y se bloquea el sistema. Ctrl+Alt+Supr!!!
Llega la profesora asociada a la facultad. Reunidos en un aula, nos vomita un discurso  jodidamente épico que se me olvida a los 5 minutos. Supongo que fue algo tipo: os llevaré de la manita y se os dará todo masticadito. No toqueis nada y manteneos lo más lejos posible de las cosas que pinchan.
Una vez terminado, se nos asigna una planta a cada uno y una llave de vestuarios. Se nos ordena que nos cambiemos. Ha llegado el momento. No sé a vosotros, pero a mí ponerme el pijama blanco por primera vez me produjo un cosquilleo aún hoy difícil de emular, que recordaré toda mi vida. Un no se qué que qué se yo.Recuerdo perfectamente ese momento, el instante  en el que empezabas la profesión de tu vida, aquello a lo que te dedicarías con tesón durante muchos años, y la enorme cantidad de experiencias que te proporcionaría, de las que en ese momento no podías ser consciente.
Sales de los vestuarios y se te conduce a tu planta. Te espera una señora regordeta, con mucho oro colgando, las uñas kilométricas de colores chillones y el moldeado recién hecho. Ese espécimen se conoce como supervisora, y son una raza de la que hablaremos en posteriores entradas del blog.
La súper te da la bienvenida a su planta, te explica un poco por encima cómo va la movida y te asigna con el más pardillo de la planta, aquel que sea capaz de enseñarte a utilizar un termómetro, un tensímetro y 3 o 4 cosas más. Toca visita por las habitaciones. Ves a los pacientes y se hace raro. Son tu responsabilidad. Aunque la semana siguiente te los encuentres en un bar y te tomes un café con ellos, en ese momento están bajo tu cuidado.
Todo se vuelve acojonantemente delicado, tienes miedo de romper hasta el suelo y te abruma la cantidad de factores que te son ajenos. Por fin , después de toda una vida viendo el funcionamiento de un hospital como paciente, como por arte de magia pasas "al otro lado" . Al del interior del control, basicamente. Donde sólo te importaba estar bien atendido y que te curasen, descubres un universo de personajes, máquinas, protocolos, medicación y procedimientos que tardarás muchos años en dominar. Inevitablemente comparas lo que estás viendo con lo que habías imaginado. La vista desde el exterior y las innumerables series de televisión hospitalarias no se acercan mucho a lo que es la realidad.
Si pudiésemos vernos ahora, con la inexperiencia y la indecisión con la que lo hacíamos las cosas, TODOS nos abofetearíamos. Completos inútiles. pero yo digo: Y qué?
Y qué si tomar un pulso  nos llevaba 5 minutos y volvíamos a empezar, si cada cura era un mundo y tomar una tensión nos llevaba 3 intentos? Y qué si las llaves de 3 vías eran un galimatías para nosotros? Estábamos aprendiendo. Había mucho por aprender, y era apasionante.
Al final del primer día, las conversaciones se sucedían en la cafetería. Algunos habíamos pinchado un Clexane, y eso para nosotros , ilusos, era un mundo. Otros habían hecho curas complicadísimas o incluso sacado sangre. Alguno se había desmayado. Más de uno dejó la carrera después de las primeras prácticas, sabiéndose incapaz de desempeñar esta profesión.
Pero había algo en común para todos: algo había cambiado. Habíamos pasado al otro lado. La gente, uniformados por el hospital nos miraba de otra forma, y lo notábamos.  Ya lo dijo el tío de Spiderman, un gran pijama conlleva una gran responsabilidad, y empezábamos a darnos cuenta. Habíamos pasado al otro lado, y nos gustaba. Qué cojones, nos encantaba.
Ante nosotros se abría un mundo bastísimo. A veces duro, a veces gratificante, pero siempre intenso.
A día de hoy, 6 o 7 años después, cada uno ha elegido su camino. Algunos tuvimos otros trabajos antes de poder ejercer, otros nunca llegaron a hacerlo, pero siempre recordaremos el día en el que, sin comerlo ni beberlo,  pasamos al otro lado.

8 comentarios:

  1. Te acabas de ganar una seguidora! :D Yo también soy enfermera y me he sentido muy identificada con las entradas
    Sigue así porque ya mismo enfermeroman ,enfermerasaturada y tu seréis colegas jaja
    un saludo!

    ResponderEliminar
  2. Ya son colegas...ya somos colegas. . . Tenemos sangre enfermera. Felicidades por el post. Me he sentido muy identificado.

    ResponderEliminar
  3. Ha sido increible lo identificada que me he sentido. Soy estudiante de 3º de enfermería y he sentido paso a paso cada una de las cosas que escribes. Espero impaciente mas entradas en tu blog y lo recomendare a compañeras que seguro te leerán encantadas. Gracias por explicarle al mundo lo que hay en nuestras cabecitas. Ánimo en tu trabajo, pronto seremos compañeras! muak

    ResponderEliminar
  4. ! Es total !, una experiencia muy bien escrita, pero hay que sentirla. Las dudas de esos primeros días, del no saber si lo estás haciendo bien.... pues nadie te dice nada, al final de las jornadas todo se desvanecen," sabes que lo haces bien". Luego llega la satisfacción, de tu superación personal. Estas preparado.Suerte a todos.

    ResponderEliminar
  5. Este mismo capítulo lo estoy viviendo yo esta semana. Tal como lo cuentas (aunque yo ya he roto tres venas en 1 semana intentando poner una vía, jejeje). Esta profesión es fascinante y cada día me doy más cuenta de que es lo que quería hacer en la vida. Muy buen blog!

    ResponderEliminar
  6. Me ha gustado mucho tu post. Yo también recuerdo el primer día que me puse una bata!!

    ResponderEliminar
  7. Bravísimo!! Recuerdo que en mi primer minuto de prácticas me pinché. Mi primer accidente laboral iba diciendo jajja

    ResponderEliminar
  8. Yo no soy enfermera, pero por casualidades de la vida, salgo de fiesta rodeada de ellos y ellas. Hay muchas cosas que me suenan a chino, pero me he reído mucho, mucho, así que te seguiré de cerca. Congratulations, sigue así. Oh yeah!

    ResponderEliminar

Deja tu comentario aquí